28/08/08
No estaba muerta, andaba de parranda. O no, quizá ni siquiera eso. En realidad este nuevo ciclo escolar me ha agarrado de bajada y me encuentro de pronto involucrada en más actividades de las que hubiera imaginado. Paso la mayor parte del tiempo fuera de casa y la verdad es que las pocas películas que he tenido oportunidad de ver en este tiempo ya las había visto y sólo accedí a repetirlas por alguna conseción especial.
Como que volví a ver "My blueberry nights" y confirmé que, definitivamente, Norah Jones no me gusta para nada en pantalla, aunque eso me haya garantizado ser fastidiada durante toda la película.
Pero bueno, ayer salí de clase y tenía ganas de ir al cine aunque tenía una vaga idea de la cartelera. Ian me dijo que no había nada bueno y siendo que él ya había visto "Se busca" y "Búsqueda implacable" ni siquiera podíamos optar por películas de acción sin chiste (aunque yo adoro a Liam Neeson). Íbamos a rendirnos y quedarnos a ver alguna película pero se me ocurrió checar las pocas salas que suelen pasar películas de arte en la ciudad. En una estaba "La escafandra y la mariposa" (que aquí fue titulada como "El llanto de la mariposa") y que también me hubiera gustado ver, pero nos quedaba algo lejos el cine y justo el horario. Entonces me topé con "12:08 al este de Bucarest". Ian no tenía muchas ganas de ir al cine pero ¿podríamos dejar pasar una película sobre la revolución rumana?
"Entonces yo también salí a la plaza. Para demostrarle a María que podía ser un héroe"
Quizá esta alusión a la revolución rumana sea un poco engañosa. Nos encontramos ante una película que no busca ser didáctica, de modo que si uno no está mínimamente contextualizado puede que se pierda en ciertas partes.
La idea es sencilla: estando a punto de celebrarse los 16 años de consumada la revolución, un canal de televisión local busca hacer una especie de debate-recuento centrándose en la pregunta de si hubo revolución más allá de las capitales, esto es, refiriéndose a la pequeña población en que se centra la película.
Siendo que el presentador no consigue mejores personajes termina con un profesor borracho que asegura haber estado en la plaza de la ciudad el 22 de diciembre del 89, día en que culminó dicha revolución; y un anciano muy conocido en la ciudad principalmente por haber hecho de Santa Claus durante muchos años para todas las escuelas del lugar.
Inicialmente la película puede ser algo lenta y las escenas parecer un poco inconexas, pero la gran belleza visual que presenta justifica de sobra estas posibles quejas. Incluso en esta lentitud, en el adentrarse en paisajes y acciones aparentemente nímias generan un sentimiento global de realmente entrar en la película, en ese pequeño pueblo rumano. Al igual que se había notado antes con "4 meses, 3 semanas y 2 días" las tomas tienden a ser fijas, muy caseras, y hay una falta absoluta de música de fondo. Todo esto termina por ser equivalente a la vida pura, algo crudo que se presenta como es en la pantalla.
Una de las críticas que leí (que oportunamente salió en el periódico del mismo día pero que Ian me mostró hasta que regresamos) menciona como la principal virtud de la película un humor fresco y contegioso. Yo creo que, aunque ciertamente estos dejos de humor son muy importantes, están muy alejados de ser frescos ni mucho menos. Es una película oscura, casi patética, cuyo humor está cargado con tristezas que han sido superadas y por historias que se remueven innecesariamente del pasado.
Recupero principalmente el papel de Emanoil Piscoci, el anciano Santa Claus, quien con una participación quizá algo limitada en comparación a los otros personajes, es probablemente el que más cargado se encuentre de significados. Sus comentarios y breves narraciones terminan por transmitirte el mensaje esencial de la película: Cada quien hace la revolución a su manera, como puede.
Finalmente, el propio programa con tan desafortunada realización, cobra significados inimaginables ante la interpretación de la última llamada.
Creo que con todo, con una realización sencilla y por momentos lenta, es una película muy emotiva que consigue mover hilos delicados y hacer reflexionar a uno más allá de la situación concreta que presenta.
Y yo que casi me dejo convencer y abandonar mi idea inicial de ir al cine. Oh.
Prometo intentar actualizar esto más seguido.
No estaba muerta, andaba de parranda. O no, quizá ni siquiera eso. En realidad este nuevo ciclo escolar me ha agarrado de bajada y me encuentro de pronto involucrada en más actividades de las que hubiera imaginado. Paso la mayor parte del tiempo fuera de casa y la verdad es que las pocas películas que he tenido oportunidad de ver en este tiempo ya las había visto y sólo accedí a repetirlas por alguna conseción especial.
Como que volví a ver "My blueberry nights" y confirmé que, definitivamente, Norah Jones no me gusta para nada en pantalla, aunque eso me haya garantizado ser fastidiada durante toda la película.
Pero bueno, ayer salí de clase y tenía ganas de ir al cine aunque tenía una vaga idea de la cartelera. Ian me dijo que no había nada bueno y siendo que él ya había visto "Se busca" y "Búsqueda implacable" ni siquiera podíamos optar por películas de acción sin chiste (aunque yo adoro a Liam Neeson). Íbamos a rendirnos y quedarnos a ver alguna película pero se me ocurrió checar las pocas salas que suelen pasar películas de arte en la ciudad. En una estaba "La escafandra y la mariposa" (que aquí fue titulada como "El llanto de la mariposa") y que también me hubiera gustado ver, pero nos quedaba algo lejos el cine y justo el horario. Entonces me topé con "12:08 al este de Bucarest". Ian no tenía muchas ganas de ir al cine pero ¿podríamos dejar pasar una película sobre la revolución rumana?
"Entonces yo también salí a la plaza. Para demostrarle a María que podía ser un héroe"
Quizá esta alusión a la revolución rumana sea un poco engañosa. Nos encontramos ante una película que no busca ser didáctica, de modo que si uno no está mínimamente contextualizado puede que se pierda en ciertas partes.
La idea es sencilla: estando a punto de celebrarse los 16 años de consumada la revolución, un canal de televisión local busca hacer una especie de debate-recuento centrándose en la pregunta de si hubo revolución más allá de las capitales, esto es, refiriéndose a la pequeña población en que se centra la película.
Siendo que el presentador no consigue mejores personajes termina con un profesor borracho que asegura haber estado en la plaza de la ciudad el 22 de diciembre del 89, día en que culminó dicha revolución; y un anciano muy conocido en la ciudad principalmente por haber hecho de Santa Claus durante muchos años para todas las escuelas del lugar.
Inicialmente la película puede ser algo lenta y las escenas parecer un poco inconexas, pero la gran belleza visual que presenta justifica de sobra estas posibles quejas. Incluso en esta lentitud, en el adentrarse en paisajes y acciones aparentemente nímias generan un sentimiento global de realmente entrar en la película, en ese pequeño pueblo rumano. Al igual que se había notado antes con "4 meses, 3 semanas y 2 días" las tomas tienden a ser fijas, muy caseras, y hay una falta absoluta de música de fondo. Todo esto termina por ser equivalente a la vida pura, algo crudo que se presenta como es en la pantalla.
Una de las críticas que leí (que oportunamente salió en el periódico del mismo día pero que Ian me mostró hasta que regresamos) menciona como la principal virtud de la película un humor fresco y contegioso. Yo creo que, aunque ciertamente estos dejos de humor son muy importantes, están muy alejados de ser frescos ni mucho menos. Es una película oscura, casi patética, cuyo humor está cargado con tristezas que han sido superadas y por historias que se remueven innecesariamente del pasado.
Recupero principalmente el papel de Emanoil Piscoci, el anciano Santa Claus, quien con una participación quizá algo limitada en comparación a los otros personajes, es probablemente el que más cargado se encuentre de significados. Sus comentarios y breves narraciones terminan por transmitirte el mensaje esencial de la película: Cada quien hace la revolución a su manera, como puede.
Finalmente, el propio programa con tan desafortunada realización, cobra significados inimaginables ante la interpretación de la última llamada.
Creo que con todo, con una realización sencilla y por momentos lenta, es una película muy emotiva que consigue mover hilos delicados y hacer reflexionar a uno más allá de la situación concreta que presenta.
Y yo que casi me dejo convencer y abandonar mi idea inicial de ir al cine. Oh.
Prometo intentar actualizar esto más seguido.
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