28/08/09
Después de mi reseña sobre "Beautiful boxer" y la reiteración de mi fanatismo por las películas de trasvestis y/o transexuales, Juniper Girl me recomendó que buscara "Funeral parade of roses", a la que se refirió como ya una película de culto sobre el tema. Y, aunque lo esté reseñando mil años después, la verdad es que apenas dejé pasar una semana (el tiempo que me tardé en encontrar una versión que funcionara) antes de verla.
"All definitions of cinema have been erased. The doors are now open"
No sé si soy yo, pero creo que uno no puede estar listo para enfrentarse a una película como ésta. A menos que te la cuenten con detalle y ya nada tenga gracia. Pero aún así probablemente todo habría algo que te sorprendiera.
Tiene algo entre nouvelle vague, surrealismo buñuelesco y engañoso documental que te confunde, te sacude, te confunde un poco más pero te atrapa desde el principio. Unas sensuales imágenes iniciales que pueden recordar un poco a "Hiroshima mon amour" con demasiada intensidad de luz.
La película gira alrededor de Eddie, quien de algún modo encarna muchos de los tópicos alrededor de los trasvestis: se prostituye, se arregla exageradamente, tiene un pasado familiar tormentoso y vive atrapado en una relación amorosa irregular. En una de las primeras escenas, que además se repetirá constantemente a lo largo de la película, va en el coche junto con su amante y también dueño del sitio en que trabaja, cuando mira que por la calle, cerca de ellos, pasa la madame del mismo sitio y pareja oficial del dueño. De alguna manera Eddie, a lo largo de la trama, se encuentra siempre atrapada en ese suceso.
De películas sobre películas, al tiempo que vemos la vida cotidiana de Eddie en el bar donde trabaja, también nos encontramos con otras tomas en que ella y sus compañeras trabajan con un grupo de artistas en la grabación de una película. Con cortes que nos remiten a documentales, a una ficción dentro de la ficción, y a escenas de contenido meramente metafórico, conformamos la vida de Eddie a través de ciertos retazos de lo que nos parece es una realidad. Una realidad compleja, casi onírica y con un componente fatídico casi mitológico.
Además de la espectacular, fuerte y emotiva visión sobre el mundo gay asiático, diría que una de las grandes virtudes de la película y que no puede si no encantarme, es el efecto de hacer que la trama avance sin que el tiempo lo haga. A través de la repetición de la primera escena que he mencionado, nos queda una sensación constante de que todo lo que vemos ha pasado siempre en un tiempo inexacto, incapaz de ser precisado, y que de alguna manera la realidad siempre vuelve en el mismo punto y que aunque hayamos visto nuevas acciones y escenas, todo ha quedado detrás y la continuidad va hacia un futuro atrapado e inalcanzable (hasta el mitológico desenlace, claro).
Como he repetido ya antes, la belleza visual es sencillamente cautivamente, pero además, refuerza de una manera extraña pero efectiva los sucesos que van apareciendo, aunque no siempre entendamos muy bien en qué manera. Tal como explican en uno de los episodios, en que Eddie escapa de un perseguidor bajando a una galería de arte subterránea; parece que todo en la película nos remite a las máscaras. Al modo en que, a través de su transexualidad, Eddie y sus amigas se encuentran disfrazadas, de tal modo que por más que una máscara sea retirada, encontraremos una nueva debajo, hasta que el propio rostro se convierta en una máscara. Y de esta manera no sólo los personajes si no todos los elementos en la película jugarán en formas engañosas con nosotros, siendo a la vez y no siendo lo que aparentan en un principio.
Si la sexualidad y la identidad sexual son un terreno misterioso, de maneras no menos misteriosas deben ser representados. Y esta película es un logro magnífico a esa premisa.
Sí, supongo que en parte se debe a que tengo una debilidad por el tema, pero incluso a niveles narrativos y visualmente estéticos la película se encuentra maravillosamente lograda.
Y ya, no quiero sonar aún menos objetiva de lo que ya he sido. Jo.
Después de mi reseña sobre "Beautiful boxer" y la reiteración de mi fanatismo por las películas de trasvestis y/o transexuales, Juniper Girl me recomendó que buscara "Funeral parade of roses", a la que se refirió como ya una película de culto sobre el tema. Y, aunque lo esté reseñando mil años después, la verdad es que apenas dejé pasar una semana (el tiempo que me tardé en encontrar una versión que funcionara) antes de verla.
"All definitions of cinema have been erased. The doors are now open"
No sé si soy yo, pero creo que uno no puede estar listo para enfrentarse a una película como ésta. A menos que te la cuenten con detalle y ya nada tenga gracia. Pero aún así probablemente todo habría algo que te sorprendiera.
Tiene algo entre nouvelle vague, surrealismo buñuelesco y engañoso documental que te confunde, te sacude, te confunde un poco más pero te atrapa desde el principio. Unas sensuales imágenes iniciales que pueden recordar un poco a "Hiroshima mon amour" con demasiada intensidad de luz.
La película gira alrededor de Eddie, quien de algún modo encarna muchos de los tópicos alrededor de los trasvestis: se prostituye, se arregla exageradamente, tiene un pasado familiar tormentoso y vive atrapado en una relación amorosa irregular. En una de las primeras escenas, que además se repetirá constantemente a lo largo de la película, va en el coche junto con su amante y también dueño del sitio en que trabaja, cuando mira que por la calle, cerca de ellos, pasa la madame del mismo sitio y pareja oficial del dueño. De alguna manera Eddie, a lo largo de la trama, se encuentra siempre atrapada en ese suceso.
De películas sobre películas, al tiempo que vemos la vida cotidiana de Eddie en el bar donde trabaja, también nos encontramos con otras tomas en que ella y sus compañeras trabajan con un grupo de artistas en la grabación de una película. Con cortes que nos remiten a documentales, a una ficción dentro de la ficción, y a escenas de contenido meramente metafórico, conformamos la vida de Eddie a través de ciertos retazos de lo que nos parece es una realidad. Una realidad compleja, casi onírica y con un componente fatídico casi mitológico.
Además de la espectacular, fuerte y emotiva visión sobre el mundo gay asiático, diría que una de las grandes virtudes de la película y que no puede si no encantarme, es el efecto de hacer que la trama avance sin que el tiempo lo haga. A través de la repetición de la primera escena que he mencionado, nos queda una sensación constante de que todo lo que vemos ha pasado siempre en un tiempo inexacto, incapaz de ser precisado, y que de alguna manera la realidad siempre vuelve en el mismo punto y que aunque hayamos visto nuevas acciones y escenas, todo ha quedado detrás y la continuidad va hacia un futuro atrapado e inalcanzable (hasta el mitológico desenlace, claro).
Como he repetido ya antes, la belleza visual es sencillamente cautivamente, pero además, refuerza de una manera extraña pero efectiva los sucesos que van apareciendo, aunque no siempre entendamos muy bien en qué manera. Tal como explican en uno de los episodios, en que Eddie escapa de un perseguidor bajando a una galería de arte subterránea; parece que todo en la película nos remite a las máscaras. Al modo en que, a través de su transexualidad, Eddie y sus amigas se encuentran disfrazadas, de tal modo que por más que una máscara sea retirada, encontraremos una nueva debajo, hasta que el propio rostro se convierta en una máscara. Y de esta manera no sólo los personajes si no todos los elementos en la película jugarán en formas engañosas con nosotros, siendo a la vez y no siendo lo que aparentan en un principio.
Si la sexualidad y la identidad sexual son un terreno misterioso, de maneras no menos misteriosas deben ser representados. Y esta película es un logro magnífico a esa premisa.
Sí, supongo que en parte se debe a que tengo una debilidad por el tema, pero incluso a niveles narrativos y visualmente estéticos la película se encuentra maravillosamente lograda.
Y ya, no quiero sonar aún menos objetiva de lo que ya he sido. Jo.
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