19/10/11
Y ya salía conmocionada de "Kotoko" para dirigirme a mi siguiente japonesa. Sabía que tenía que ver la nueva de Matsumoto después de la grata sorpresa que resultó su anterior película de "Symbol", aunque no esperaba más que la comedia ligera bien lograba que había sido la anterior.
"Un samurai sin espada vale tanto como uno muerto"
Un samurai vaga por los caminos de Japón seguido tan solo por una pequeña niña. Varios enemigos se aparecen en su camino y lo enfrentan sin encontrar mayor resistencia que su oportuna huida, seguida por las atenciones de la niña para que se reponga. Y así, sistemáticamente, hasta que es arrestado por fin. Al comparecer ante el señor del lugar se le condena a muerte pero se le ofrece la última oportunidad, un procedimiento particular de la región. Kanjuro Nomi tendrá, entonces, un intento diario durante 30 días para tratar de hacer sonreír al hijo del señor del lugar, quien no lo ha hecho desde que su madre muriera durante una epidemia. Con la ayuda de su hija y de otros personajes que se van apareciendo, harán todo lo posible por cumplir con la tarea.
La película es algo engañosa, cuando uno comienza a verla si bien tiene una buena disposición por ver lo que sucederá, se va imaginando las cosas en el modo más aparente que se muestran. Las primeras secuencias parecen una referencia paródica tan clara como simple, al género de samurais y sus encuentros, pero reducidas a una caricatura de sí mismas. Del mismo Kanjuro no sabemos mucho más de su decisión de haber abandonado la espada y el camino del guerrero. Y entonces viene una propuesta fuerte que sigue pareciendo casi una excusa para darle dimensión a una trama de comedia ligera. Y el asunto es que ahí Matsumoto es un maestro, tanto para atraernos con engaños como para no dejarnos escapar luego.
Algo que también me cautivó por completo de "Symbol" era la capacidad de hacer parecer que la comedia es tonta y simple, cuando en realidad es una elección por completo intencional que esconde algo detrás. Los primeros intentos del samurai por hacer reír al niño son tan ridículos que uno no puede evitar caer con los típicos chistes tantas veces repetidos, en parte porque son llevados a cabo con una seriedad total. Y enmarcados por la más que afortunada figura de la niña, quien se ha empeñado en representar la filosofía samurai dado que su padre es incapaz de hacerlo. Conforme los días se van avanzando y un intento sucede al siguiente (y cuesta pensar que no se recurre a ninguna hipérbole y en realidad sabemos qué ha hecho en cada uno de esos días), la complejidad de la situación, el modo en que se involucran más personajes, y todo lo que va añadiéndose a la trama la van dotando de una fuerza más que inesperada para una historia que al principio no hubiéramos esperado que diera mucho más.
Y, sin spoilers, es cuando llega un final tan brutal, como bello, como excelentemente bien logrado. Incluso si uno lo ve venir un poco no demerita en absoluto la fuerza con que se concluye, ni tampoco con el modo en que se continua un poco antes de terminar por entero la película.
Es, sencillamente, maravillosa. Yo cuando ya me había hecho a la idea de que "Kotoko" iba a ser mi 'película del día' y que lo que continuaba resultaría más bien una buena comedia, me encontré con la que para mí fue, sin dudarlo ni un poco, la mejor película que me tocó ver en todo el festival. Increíblemente lograda, presentada y todo, retoma un género del que uno podría no esperar muchas más sorpresas y lo lleva a límites inesperados y maravillosos. Además que demuestra cómo un director puede irse superando de manera más que fantástica (y lo digo también en virtud de que su película anterior ya de por sí había sido muy buena).
Tengo que añadir que todo su reparto está más que bien ubicado, Takaaki Nomi está maravilloso como protagonista, la pequeña Sea Kumada se roba la pantalla por completo como su hija, y todos, desde los guardias de la prisión hasta el asistente del daimyo, están más que bien representados y puestos en el lugar adecuado. Ah, ni hablar de los enemigos del inicio, que tras haberse presentado cual caricaturas bidimensionales y tener en realidad una participación al margen, terminan por conseguir su propio encanto. Entre los cuales se encuentra la fantástica Ryô, quien ya me había atrapado cuando la vi en "Gemini" (de Tsukamoto, no podía ser faltar), y que demuestra que el vestuario de época le sienta de lo mejor.
Yo diría que es casi imperdible, pero tampoco dudo que las posibles particularidades del género y la excepcionalidad del director pueda resultar un poco problemática para espectadores no tan habituados al cine asiático. Pero yo me niego a creerlo y seguiré insistiendo en que es una maravilla con todas y cada una de sus letras.
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