28/09/11
Continuando con la filmografía de Agnès Varda al parecer escogí un título al azar y me encontré con "La felicidad" en mi lista de espera. Y por qué no.
"Happiness works by addition"
La película es apenas poco más que un mediometraje y aunque es casi la siguiente pieza de Varda tras "Cleo de 5 a 7" (por el momento el único otro referente que tengo de ella), la imagen inicial que podría darnos es bastante diferente de lo esperado.
Francois es un joven carpintero y está casado con Therese, tienen dos niños pequeños y todo parece ir absolutamente bien entre ellos, como lo atestiguan las primeras escenas en que vemos a la familia en un día de campo y entre la imagen más que idílica de la naturaleza a su alrededor, los niños jugando, la pareja todavía tiene tiempo para manifestarse intensamente su amor. No se podría pedir más. Y al parecer en los demás aspectos de la vida en común las cosas van bien. Pero Francois comienza a ir frecuentemente a un pueblo cercano por cuestiones de su trabajo y ahí conoce a Emilie en la oficina postal, comienza a frecuentarla y se hacen amantes. Y ahí, donde todo parecería indicar que el giro dramático debería ir directo a la ruptura y la vida de un hombre dividido entre dos mujeres, es que Varda presenta la idea central de su cinta que se resume en la frase antes presentada: el amor es adición. Francois ama a Therese pero también ama a Emilie. Sólo faltaría el 'y todos fueron felices para siempre'.
La película juega de manera tan maravillosa como simple con hacer que las cosas sean lo que son pero también otra cosa. Puede sonar redudante o innecesariamente complejo, pero al irse desarrollando nos parece de algún modo lo más natural, aunque conscientemente sepamos que no lo es, que tiene que hacer algún truco en todo eso. Y otro de sus principales atractivos es presentar imágenes que en cualquier otra situación podríamos encontrar de lo más tópicas pero revestidas con una luz diferente que nos hace no sólo verlas de un modo distinto sino aceptarlas, aunque sea precisamente para significar los mismos valores que su estereotipo ha reforzado siempre. Lo mencionado con la escena de la pareja en el campo y toda la retórica bucólica que viene detrás de ella, y sin embargo hay algo que nos hace mirarla y no encontrarla tan típica, aunque sepamos que los que nos quiere decir es que son felices, inconmensurablemente felices.
De ese modo, sencillo pero no, es que nos vemos atrapados en una trama que gira alrededor de una idea común de la infidelidad que usualmente no es presentada de modo tan directo: ¿puede ser sencillamente que la persona infiel ame a sus dos parejas y encuentre un equilibrio en ese amor? Los personajes tratan de justificar o no sus puntos de vista a partir de disertaciones muy propias de la nouvelle vague sobre el tema, al tiempo que sabemos que muchas de esas disertaciones son también excusas, o son también pasiones momentáneas, y así todo vuelve a ser lo que es y también algo más, dependiendo cómo lo veas y cómo lo aceptemos como espectador.
Y encima, un final contundente pero vago nos deja con más dudas que respuestas, tal vez porque finalmente tampoco somos capaces de entender del todo lo que las demás personas sienten o dicen sentir, y no somos más que espectadores que hacen conjeturas y no saben si al final fueron correctas o se equivocaron.
Siento en apariciencia tan sencillo me parece fantástico que un filme pueda evocar tantos pensamientos, y sobre todo parece buscar eso, provocarlos antes que dar pie a resolverlos. Me parece que era también un poco lo que se buscaba en "Cleo de 5 a 7", dejar que el espectador se sumerja también en el vacío de esas horas de espera llenándolas con su propia desesperación, motivada y guiada por la protagonista, pero irresoluble.
Una pieza curiosa que no hace más que interesarme todavía más en la directora, de la que seguiré buscando algunas otras cosas pronto.
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