Un clásico que ya hacía falta por acá y que no necesita mucha más introducción.
"Goodness is something to be chosen. When a man cannot choose he ceases to be a man"
"Naranja mecánica" es de esas películas que no necesitamos haber visto para saber cuál es la esencia más pura de su historia: la violencia. Alex DeLarge es un joven pandillero en un futuro distópico que vive entregado a la violencia y su furor. Extravagante y dramático, su mundo es una serie de sucesos abruptos y sin-sentido. Golpizas a hombres en desventaja, allanamiento de morada, violaciones. Este espiral caótico que parece enmarcado por música clásica y refinados escenarios. Arte y máscaras. Como si no hubiera un límite claro entre los extremos de ese futuro.
Sin embargo, siendo una revisión tan cuidada de la ultraviolencia, la crítica no parece superficial ni evidente. Si la degradación social aparece en escena desde el primer momento, la estructura de este nuevo orden se complejiza cuando DeLarge es arrestado y sometido a una terapia experimental para borrar esos impulsos criminales. El tratamiento Ludovico, pese a su aparente sofisticación tecnológica (propia de un futuro distópico, a final de cuentas), no parece alejarse demasiado de la tortura medieval, neutralizando a Alex de la misma manera degradante en que él atacaba a la sociedad. El individuo queda nulificado ante el sistema, Alex queda libre pero mutilado no sólo de sus deseos violentos sino también de otras características socialmente básicas.
Esta paradoja, dramática en su puesta en escena, reside la fuerza de la historia: la violencia no es unilateral. Es parte de un ciclo indiscriminado que no puede interrumpirse al suprimir un solo elemento. Alex agrede constantemente a una sociedad de la que se asume parte pero de la que vive también marginado. El Estado trata de trasgredir esta violencia con más violencia, con un control que va del cuerpo de los individuos a psiques que ya están por completo dañadas. Y sólo hay una manera de reestablecer el equilibrio.
Todos sabemos cómo termina esto.
A décadas de la adaptación de la obra de Anthony Burgess, autor que no estaba demasiado convencido de que Kubrick estuviera al cargo de la dirección, "La naranja mecánica" no es sólo un clásico más que consagrado sino una pieza que ha mantenido su poder y su vigencia a través del tiempo. Una crítica feroz, una estética perfecta y un fantástico espiral de violencia girando alrededor de un enorme Malcolm McDowell. No sorprende demasiado que sea probablemente la película más reconocida de un director que de por sí tiene una filmografía más que destacable.
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