16/02/10
Al final resulta que veré muchos menos documentales de Ambulante de los que esperaba, pero mientras el asunto dure al menos intentaré hacerlo lo mejor que pueda. O algo así.
De modo que hoy se me presentó la oportunidad de ver "Tías rudas" y me dije: yeah.
O algo así.
"Yo nunca fui niña. Nunca tuve la oportunidad de ser niña"
Las tías rudas son un grupo de mujeres, cuya asociación en realidad se llama "Bobbi Bear", que se dedican a trabajar con niños maltratados en todos los niveles, en comunidades rurales de Sudáfrica. El concepto del oso Bobbi es lo primero que vemos, cuando una de ellas, Mildred, le regala un pequeño oso de peluche a una niña y la invita a que a través de él explique la violación de la que fue objeto.
La violencia sexual no es el único problema que viven los niños en esas comunidades, donde la pobreza y algunas cuestiones culturales pueden resultar en que muchas familias no apoyen apropiadamente a las víctimas o incluso las rechacen; pero tampoco es el único problema. Niños golpeados, niños abandonados, niños que han pasado de un familiar a otro sin encontrar un hogar, niños que mueren por descuidos de compañías irresponsables, niños cuya familia sufre algún problema y que se encuentran desamparados en el medio. El grupo de mujeres que trabaja en la asociación se entregan por completo a cada uno de estos casos tratando de cubrir todas las posibilidades, ya sea que eso implique tener que presionar en los juzgados para que un violador sea oportunamente procesado, como ayudar en la organización del entierro de un niño muerto, o incluso limpiar la casa de una familia cuyo padre ha sufrido un atentado (y, uno no lo piensa, pero la policía procesa las pruebas pero te deja el charco de sangre, claro).
A través de la rutina diaria de las principales mujeres del grupo (Jackie, Thuli, Mildred, Sdudla y Eureka) vemos un sin número de casos, algunos de manera bastante espontánea y algunos con más seguimiento. Un conjunto de fragmentos a través del cual tratamos de armar la imagen de una sociedad: no sólo la sociedad en que dichos actos se gestan sino en el modo también en que se combaten. Bastante ilustrativo resulta al respecto la frase inicial, de Mandela (¿quién más podría hablar de Sudáfrica?): Nada habla mejor del alma de una sociedad que el modo en que trata a sus niños.
El documental es bastante desgarrador, debo decir que aunque ninguna de las historias se maneja de manera explícita ni mórbida (que podrían haberlo hecho) sirve perfectamente para comprender la gravedad del problema. Sin embargo, ese afán de no maximizarlo escandalosamente juega bastante a favor. Creo que es muy fácil dramatizar sobre los problemas sociales y es más difícil hablar de ellos de manera seria pero con tono esperanzador. Y ciertamente lo que necesitamos es esperanza. En el tono ligeramente festivo, en la emotividad con la que esas mujeres se entregan a su trabajo a pesar de sus tragedias personales, hay sí una preocupación por la realidad en la que viven, pero hay un triunfo también por las pequeñas victorias que se van librando. Y ese es el gran mensaje del documental.
Yo creo que una de las cosas a las que más puede aspirar un documental, especialmente uno de este tipo, es a resultar inspirador. Y las tías rudas sin duda son un mensaje increíblemente inspirador.
Debo aceptar que no esperaba demasiado del documental y ha resultado de lo más grato. Esperemos que pueda ver al menos un par más antes de que el festival termine.
Al final resulta que veré muchos menos documentales de Ambulante de los que esperaba, pero mientras el asunto dure al menos intentaré hacerlo lo mejor que pueda. O algo así.
De modo que hoy se me presentó la oportunidad de ver "Tías rudas" y me dije: yeah.
O algo así.
"Yo nunca fui niña. Nunca tuve la oportunidad de ser niña"
Las tías rudas son un grupo de mujeres, cuya asociación en realidad se llama "Bobbi Bear", que se dedican a trabajar con niños maltratados en todos los niveles, en comunidades rurales de Sudáfrica. El concepto del oso Bobbi es lo primero que vemos, cuando una de ellas, Mildred, le regala un pequeño oso de peluche a una niña y la invita a que a través de él explique la violación de la que fue objeto.
La violencia sexual no es el único problema que viven los niños en esas comunidades, donde la pobreza y algunas cuestiones culturales pueden resultar en que muchas familias no apoyen apropiadamente a las víctimas o incluso las rechacen; pero tampoco es el único problema. Niños golpeados, niños abandonados, niños que han pasado de un familiar a otro sin encontrar un hogar, niños que mueren por descuidos de compañías irresponsables, niños cuya familia sufre algún problema y que se encuentran desamparados en el medio. El grupo de mujeres que trabaja en la asociación se entregan por completo a cada uno de estos casos tratando de cubrir todas las posibilidades, ya sea que eso implique tener que presionar en los juzgados para que un violador sea oportunamente procesado, como ayudar en la organización del entierro de un niño muerto, o incluso limpiar la casa de una familia cuyo padre ha sufrido un atentado (y, uno no lo piensa, pero la policía procesa las pruebas pero te deja el charco de sangre, claro).
A través de la rutina diaria de las principales mujeres del grupo (Jackie, Thuli, Mildred, Sdudla y Eureka) vemos un sin número de casos, algunos de manera bastante espontánea y algunos con más seguimiento. Un conjunto de fragmentos a través del cual tratamos de armar la imagen de una sociedad: no sólo la sociedad en que dichos actos se gestan sino en el modo también en que se combaten. Bastante ilustrativo resulta al respecto la frase inicial, de Mandela (¿quién más podría hablar de Sudáfrica?): Nada habla mejor del alma de una sociedad que el modo en que trata a sus niños.
El documental es bastante desgarrador, debo decir que aunque ninguna de las historias se maneja de manera explícita ni mórbida (que podrían haberlo hecho) sirve perfectamente para comprender la gravedad del problema. Sin embargo, ese afán de no maximizarlo escandalosamente juega bastante a favor. Creo que es muy fácil dramatizar sobre los problemas sociales y es más difícil hablar de ellos de manera seria pero con tono esperanzador. Y ciertamente lo que necesitamos es esperanza. En el tono ligeramente festivo, en la emotividad con la que esas mujeres se entregan a su trabajo a pesar de sus tragedias personales, hay sí una preocupación por la realidad en la que viven, pero hay un triunfo también por las pequeñas victorias que se van librando. Y ese es el gran mensaje del documental.
Yo creo que una de las cosas a las que más puede aspirar un documental, especialmente uno de este tipo, es a resultar inspirador. Y las tías rudas sin duda son un mensaje increíblemente inspirador.
Debo aceptar que no esperaba demasiado del documental y ha resultado de lo más grato. Esperemos que pueda ver al menos un par más antes de que el festival termine.
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