12/05/11
Ya extrañaban los pésimos fotogramas, ¿verdad? Y los documentales, que hace rato que no hablamos de ninguno. Y este es, además, mexicano. Que Ian me lo había pasado hace buen rato y no había encontrado momento para mirarlo.
"Desgraciadamente no hay un mundo afuera"
El documental sigue la vida de tres personajes que sólo tienen en común haber nacido en 1973, en la Ciudad de México, y que sus vidas fueron destruidas por ciertos hechos concretos. Sin mayor introducción ni declaración de intensiones, comenzamos escuchando el relato de Rodolfo, quien cuando era joven participó del movimiento estudiantil conocido como las porras. A través de su narración vemos cómo alguien que inicia como un estudiante más llega a dirigir una de las mayores concentraciones de agrupaciones estudiantiles, y también el modo en que todos los posibles ideales perseguidos por él y sus seguidores son brutalmente interrumpidos por ambiciones de poder de jerarquías gubernamentales. La siguiente historia es la de María Fernando, una chica inestable quien desde muy joven se sumergió en relaciones destructivas, abuso de drogas y una sexualidad desenfrenada. Una espiral de destrucción de la que cobra consciencia pero de la que es incapaz de escapar. Y finalmente nos encontramos con Alejandro, un chico problemático cuya familia fue asesinada y él se encuentra cumpliendo condena por ello. El relato de la fragmentación familiar, del desamor, pero también del modo en que las mentiras a medias terminan por configurar lo más cercano a una verdad.
Los relatos no son consecutivos, ni perfectamente delimitidas. Por momentos podemos saltar entre un hecho y el otro, entre personajes que hablan de alguna de las circunstancias sin que podamos identificar bien a cuál de los tres contextos pertenecen. Como toda historia personal el relato es subjetivo, a veces no sabemos si creerles del todo a los protagonistas o sospechar que nos engañan, o aún más, que se engañan a ellos mismos.
Al final no tenemos ninguna respuesta, ninguna moraleja, ningún final feliz. Tan sólo un vistazo a tres historias, aparentemente elegidas de modo arbitrario, un testimonio sobre la caída, en sentido amplio, en sentido vago. Historias que son tan trágicas como fugaces, y nos dejan la sensación de que apenas hemos escuchado muy poco de todo lo que se nos podría contar. Como si fuese parte de la esencia del rostro oscuro de la Ciudad de México, de la época, de cualquier época, en cualquier momento.
Creo que sin pretender, al menos de modo abierto, hacer un documental profundo o muy abarcador, Antonino Isordia logra acercarnos a un factor humano que se presenta sin máscaras, sin más intenciones que la narración misma. Todo el documental está presentado con una estética oscura (la fotografía es en blanco y negro con marcados contrastes) acorde al tono de las historias, y el modo en que pasamos de una visión de los hechos a otra completamente distinta (lo que puede separar la experiencia social del movimiento de las porras a la guerra personal de una mujer con el consumo de drogas, por ejemplo) de un modo rápido, a veces confuso y vertiginoso, ayuda a la idea de que, finalmente, estamos hablando siempre de la misma cosa. Que todas las historias son al final la misma historia, pero con distintos detalles.
Cada uno de los momentos con sus puntos particulares, pero las tres historias consiguen, a su modo, mostrarnos un poco del rostro ajeno, las vidas de los demás, allá afuera.
Un documental que sin duda me sorprendió, además sin saber ni esperar nada de él, y que me parece tan interesante como bien montado. De los que sin duda dan gusto ver y ojalá se hicieran más así en México.
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