01/04/10
Hubo un tiempo en que Ian estuvo obsesionado con la imagen de el hombre que ríe, y parecía que todos ya habían visto la película menos yo. Claro, que con todo y mi resentimiento tuvo que pasar casi un año para que llegara a mis manos y me dispusiera a verla con mi hermano.
"A king made me a clown! A queen made me a Peer! But first, God made me a man!"
Evité las imágenes en que Gwynplaine luce descaradamente como el Joker, porque no quería que perdiéramos la objetividad (como la perdí yo mientras veía la película) sobre el cuento de Víctor Hugo que inspira la película.
La estética es fantástica, con ese encanto extraño que sólo las películas en blanco y negro y suficientemente viejas suelen tener. Especialmente cuando tienen un cierto toque medio siniestro, aunque en este caso sea opacado por la trama eminentemente dramática.
Durante el reinado del rey James II, éste manda asesinar a Lord Clancharlie y vende al hijo del lord a unos gitanos que se dedicaban a experimentar cruelmente con los niños. Gwynplaine logra escapar y tras rescatar a una bebé ciega que lloraba en brazos de su madre muerta, es rescatada por un científico que pronto descubre lo que los gitanos le han hecho al chico: manipular sus músculos faciales hasta convertir su mueca en una sonrisa permanente e irreparable.
Muchos años después, Gwynplaine se ha convertido en el principal fenómeno de feria en su papel de El Hombre Que Ríe, en cuyas presentaciones lo acompaña Dea, la bella joven ciega que es la única persona que parece poder amarlo por quién es.
Con el claro estilo de los dramas de la época, Gwynplaine tendrá que pasar por varias situaciones antes de convencerse de su calidad como ser humano, a pesar de su extraño y particular físico. Y, además, se verá envuelto en las tramas de la corte tan pronto se descubra su herencia noble.
En general no soy demasiado partidaria de las películas mudas, porque siento que muchas veces cuesta hilar una trama si nada más pueden agregarse diálogos esporádicos, pero me atrevería a decir que "El hombre que ríe" logra sortear dicha condición de manera bastante afortunada. Puede que se deba en gran medida a que mucha de la fuerza de la trama proviene de las expresiones de los protagónicos, que además las aprovechan del mejor modo. Si acaso diría que la ceguera no es tan difícil de representar, pero lo que resulta increíble es la capacidad de expresión que demuestra Conrad Veidt a pesar de que debe estar sonriendo perpetuamente. No puedo imaginar lo complicado que debe ser representar distintos sentimientos siempre con el mismo rostro, apenas variando la profundidad visual. Y él lo logra de una manera increíblemente bella y conmovedora.
Diría que el único problema es que, con ojos contemporáneos, mirar a Gwynplaine es casi lo mismo que mirar al Joker de los comics clásicos. Entonces por momentos yo sentía que la trama se saldría de control y el hombre que ríe se volvería loco y se convertiría en el villano de la historia. Parecía demasiado evidente, así que yo estaba en la espera de su gas de la risa, o la entrada triunfal de Batman. Oh. Pero cuando uno supera esa impresión inicial (que, lo cierto, es que con todas las crueldades que tiene que soportar Gwynplaine, habría sido más que justo que se volviera loco y los matara a todos) puede uno disfrutar plenamente esa trama clásica y bella.
Aunque imdb me dice que el final de Víctor Hugo no es tan feliz como el de la película, pero en eso sí que no puedo comentar más. Oh.
Por otra parte, siento que el modo en que se desarrolla la trama de "El hombre elefante", de Lynch, sigue una estructura similar. No digo descarada, porque evidentemente son casos distintos, pero no dudo que haya una cierta inspiración, especialmente en lo que dista de la historia real de Joseph Merrick y el modo en que el dramatismo se asemeja al que sufre el personaje de Gwynplaine. ¿Y no nos recuerda esa enunciación desesperada de "pero, antes, Dios me hizo un ser humano" a los gritos de Merrick que al verse acorralado declaraba "no soy un elefante, no soy un animal, soy un ser humano"?
Supongo que es el drama usual de lo grotesco, pero no dejaría de ser un sutil y bello tributo.
Son películas como ésta las que me hacen creer que la gente no se la pasaba necesariamente mal cuando el cine aún no tenía ni sonido ni color. Un clásico total.
Hubo un tiempo en que Ian estuvo obsesionado con la imagen de el hombre que ríe, y parecía que todos ya habían visto la película menos yo. Claro, que con todo y mi resentimiento tuvo que pasar casi un año para que llegara a mis manos y me dispusiera a verla con mi hermano.
"A king made me a clown! A queen made me a Peer! But first, God made me a man!"
Evité las imágenes en que Gwynplaine luce descaradamente como el Joker, porque no quería que perdiéramos la objetividad (como la perdí yo mientras veía la película) sobre el cuento de Víctor Hugo que inspira la película.
La estética es fantástica, con ese encanto extraño que sólo las películas en blanco y negro y suficientemente viejas suelen tener. Especialmente cuando tienen un cierto toque medio siniestro, aunque en este caso sea opacado por la trama eminentemente dramática.
Durante el reinado del rey James II, éste manda asesinar a Lord Clancharlie y vende al hijo del lord a unos gitanos que se dedicaban a experimentar cruelmente con los niños. Gwynplaine logra escapar y tras rescatar a una bebé ciega que lloraba en brazos de su madre muerta, es rescatada por un científico que pronto descubre lo que los gitanos le han hecho al chico: manipular sus músculos faciales hasta convertir su mueca en una sonrisa permanente e irreparable.
Muchos años después, Gwynplaine se ha convertido en el principal fenómeno de feria en su papel de El Hombre Que Ríe, en cuyas presentaciones lo acompaña Dea, la bella joven ciega que es la única persona que parece poder amarlo por quién es.
Con el claro estilo de los dramas de la época, Gwynplaine tendrá que pasar por varias situaciones antes de convencerse de su calidad como ser humano, a pesar de su extraño y particular físico. Y, además, se verá envuelto en las tramas de la corte tan pronto se descubra su herencia noble.
En general no soy demasiado partidaria de las películas mudas, porque siento que muchas veces cuesta hilar una trama si nada más pueden agregarse diálogos esporádicos, pero me atrevería a decir que "El hombre que ríe" logra sortear dicha condición de manera bastante afortunada. Puede que se deba en gran medida a que mucha de la fuerza de la trama proviene de las expresiones de los protagónicos, que además las aprovechan del mejor modo. Si acaso diría que la ceguera no es tan difícil de representar, pero lo que resulta increíble es la capacidad de expresión que demuestra Conrad Veidt a pesar de que debe estar sonriendo perpetuamente. No puedo imaginar lo complicado que debe ser representar distintos sentimientos siempre con el mismo rostro, apenas variando la profundidad visual. Y él lo logra de una manera increíblemente bella y conmovedora.
Diría que el único problema es que, con ojos contemporáneos, mirar a Gwynplaine es casi lo mismo que mirar al Joker de los comics clásicos. Entonces por momentos yo sentía que la trama se saldría de control y el hombre que ríe se volvería loco y se convertiría en el villano de la historia. Parecía demasiado evidente, así que yo estaba en la espera de su gas de la risa, o la entrada triunfal de Batman. Oh. Pero cuando uno supera esa impresión inicial (que, lo cierto, es que con todas las crueldades que tiene que soportar Gwynplaine, habría sido más que justo que se volviera loco y los matara a todos) puede uno disfrutar plenamente esa trama clásica y bella.
Aunque imdb me dice que el final de Víctor Hugo no es tan feliz como el de la película, pero en eso sí que no puedo comentar más. Oh.
Por otra parte, siento que el modo en que se desarrolla la trama de "El hombre elefante", de Lynch, sigue una estructura similar. No digo descarada, porque evidentemente son casos distintos, pero no dudo que haya una cierta inspiración, especialmente en lo que dista de la historia real de Joseph Merrick y el modo en que el dramatismo se asemeja al que sufre el personaje de Gwynplaine. ¿Y no nos recuerda esa enunciación desesperada de "pero, antes, Dios me hizo un ser humano" a los gritos de Merrick que al verse acorralado declaraba "no soy un elefante, no soy un animal, soy un ser humano"?
Supongo que es el drama usual de lo grotesco, pero no dejaría de ser un sutil y bello tributo.
Son películas como ésta las que me hacen creer que la gente no se la pasaba necesariamente mal cuando el cine aún no tenía ni sonido ni color. Un clásico total.
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