21/04/08
Anoche quería actualizar, pero nada. Llevaba todo el fin de semana (en que no tuve oportunidad de ver ninguna película) pensando en una película que pudiera definir este momento. Y nada. Creo que de haber tenido que decidir impulsivamente hubiese reseñado de nuevo "La última vida en el universo" o "Dark city", pero tampoco era el caso.
Hoy durante una clase comentábamos el texto de "La invención de Morel" de Bioy Casares y el profesor hizo referencia a esta película del director argentino Eliseo Subiela. Yo conocí a Subiela muchos años atrás por Bake y Jessica, recomendándome cada uno por su parte "El lado oscuro del corazón". Posteriormente, en un arrebato de fidelidad hacia el recién descubierto director vinieron "El lado oscuro del corazón II" (bastante lejos de la "primera, una de mis películas favoritas de todos los tiempos), "Pequeños milagros" y "Hombre mirando al sudeste". Abordaba un tema que inicialmente me recordó a "K-Pax", una película que le encanta a mi madre, y que posteriormente me enteré que incluso representó una especie de proceso legal inconcluso en que Subiela, con quince años de ventaja, reclamaba la gran similitud entre las tramas.
No se escapará a ninguno quién fue el vencedor en ese duelo Hollywood vs producción cinematográfica suramericana.
"Yo no quiero que me curen. Quiero que me entiendan"
Hablo mucho con Iván respecto al tema. Probablemente porque está estudiando psiquiatría y se encuentra trabajando por el momento en un psiquiátrico. Me interesa el tema y eso puede conducir a pláticas de horas.
En películas de todos lados hemos visto enfermos mentales, es decir, enfermos limitados a las habitaciones de los manicomios, enfermos mentales que escapan, que olvidan lo anterior de su vida, que jamás podrán salir, que tienen algún secreto. Eso sin contar que al igual que gran parte de la literatura, en el cine cualquier situación mínimamente fantástica también puede tener una interpretación psicológica no siempre necesaria pero que ahí se encuentra.
"Hombre mirando al sudeste" no comienza así, con esa maraña de complejos que encierra un manicomio. Con Winona vs Angelina desplegando un abanico de traumas o Brittany Murphy escondiendo un secreto de vital importancia.
Un día en el conteo de un psiquiátrico de gobierno argentino aparece un personaje de más. La sorpresa es genuina: parece lógico que desaparezca algún enfermo, que se escape, ¿pero que aparezca uno nuevo?
Rantés es este hombre que aparece un día, siendo apreciado ya por los demás pacientes con los que convive. Él está dispuesto a contarle su historia al doctor Denis porque claro, da igual si no va a creerla: él viene de otro planeta y su misión es estudiar al ser humano. Paradójico, irónico o extremadamente lógico. La película se desenvuelve entonces con un sutil misterio de lo que ya se ha dicho pero es difícil de creer, con una reflexión constante sobre lo que implica nuestra vida y nuestra condición y aún más, la condición de alguien que parece completamente ajeno a nosotros, más allá de cualquier de nuestras reglas y que se encuentra sumergido en nuestra realidad, y no precisamente en una de sus consideradas mejores facetas.
El personaje de Rantés me encanta porque resulta confuso, tiene algo de niño, de extranjero, de misterioso, de profundo que no termina por explicarse del todo. Al final parece que lo que importa no es su búsqueda, o la búsqueda del doctor que trata de explicar todos los eventos extraños que suceden a su alrededor, sino nuestra propia búsqueda.
Una película hermosa y perfectamente bien trazada, con un estilo surreal o fantástico muy propio del director. Que además, leí por ahí, tardó sólo un mes en escribir todo el guión de la película.
Quizá sea hora de terminar de ver "Bicho de siete cabezas".
Anoche quería actualizar, pero nada. Llevaba todo el fin de semana (en que no tuve oportunidad de ver ninguna película) pensando en una película que pudiera definir este momento. Y nada. Creo que de haber tenido que decidir impulsivamente hubiese reseñado de nuevo "La última vida en el universo" o "Dark city", pero tampoco era el caso.
Hoy durante una clase comentábamos el texto de "La invención de Morel" de Bioy Casares y el profesor hizo referencia a esta película del director argentino Eliseo Subiela. Yo conocí a Subiela muchos años atrás por Bake y Jessica, recomendándome cada uno por su parte "El lado oscuro del corazón". Posteriormente, en un arrebato de fidelidad hacia el recién descubierto director vinieron "El lado oscuro del corazón II" (bastante lejos de la "primera, una de mis películas favoritas de todos los tiempos), "Pequeños milagros" y "Hombre mirando al sudeste". Abordaba un tema que inicialmente me recordó a "K-Pax", una película que le encanta a mi madre, y que posteriormente me enteré que incluso representó una especie de proceso legal inconcluso en que Subiela, con quince años de ventaja, reclamaba la gran similitud entre las tramas.
No se escapará a ninguno quién fue el vencedor en ese duelo Hollywood vs producción cinematográfica suramericana.
"Yo no quiero que me curen. Quiero que me entiendan"
Hablo mucho con Iván respecto al tema. Probablemente porque está estudiando psiquiatría y se encuentra trabajando por el momento en un psiquiátrico. Me interesa el tema y eso puede conducir a pláticas de horas.
En películas de todos lados hemos visto enfermos mentales, es decir, enfermos limitados a las habitaciones de los manicomios, enfermos mentales que escapan, que olvidan lo anterior de su vida, que jamás podrán salir, que tienen algún secreto. Eso sin contar que al igual que gran parte de la literatura, en el cine cualquier situación mínimamente fantástica también puede tener una interpretación psicológica no siempre necesaria pero que ahí se encuentra.
"Hombre mirando al sudeste" no comienza así, con esa maraña de complejos que encierra un manicomio. Con Winona vs Angelina desplegando un abanico de traumas o Brittany Murphy escondiendo un secreto de vital importancia.
Un día en el conteo de un psiquiátrico de gobierno argentino aparece un personaje de más. La sorpresa es genuina: parece lógico que desaparezca algún enfermo, que se escape, ¿pero que aparezca uno nuevo?
Rantés es este hombre que aparece un día, siendo apreciado ya por los demás pacientes con los que convive. Él está dispuesto a contarle su historia al doctor Denis porque claro, da igual si no va a creerla: él viene de otro planeta y su misión es estudiar al ser humano. Paradójico, irónico o extremadamente lógico. La película se desenvuelve entonces con un sutil misterio de lo que ya se ha dicho pero es difícil de creer, con una reflexión constante sobre lo que implica nuestra vida y nuestra condición y aún más, la condición de alguien que parece completamente ajeno a nosotros, más allá de cualquier de nuestras reglas y que se encuentra sumergido en nuestra realidad, y no precisamente en una de sus consideradas mejores facetas.
El personaje de Rantés me encanta porque resulta confuso, tiene algo de niño, de extranjero, de misterioso, de profundo que no termina por explicarse del todo. Al final parece que lo que importa no es su búsqueda, o la búsqueda del doctor que trata de explicar todos los eventos extraños que suceden a su alrededor, sino nuestra propia búsqueda.
Una película hermosa y perfectamente bien trazada, con un estilo surreal o fantástico muy propio del director. Que además, leí por ahí, tardó sólo un mes en escribir todo el guión de la película.
Quizá sea hora de terminar de ver "Bicho de siete cabezas".
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