18/04/11
Cuando vi "Willard" y me encontré con Crispin Glover, entre la obsesión y la desesperación, confinado a una oficina de lo más estereotípica, pensé en que sería un Bartleby perfecto, no había que buscar más. El mundo ahora estaba preparado para una digna adaptación del cuento de Melville con tremendo protagónico. Y mientras yo me sentía toda una iluminada me enteré que, varios años antes y sin tener que ver "Willard", Jonathan Parker había pensado en lo mismo. O más o menos.
"I would prefer not to"
Creo que enfrentarse con un texto como "Bartleby, el escribiente" y pensar en llevarlo a la pantalla grande ya es un reto de entrada. Del mismo modo en que adaptar a Kafka representa un problema, el absurdo burocrático de Melville y todos sus significados van más allá de la simple trama.
Bartleby llega a trabajar a una nueva oficina y es contratado, lo que podría haber comenzado como un secretario ideal pronto se va revelando como una pesadilla inútil: conforme avanzan los días Bartleby va limitando sus tareas a un margen muy pequeño de lo que está dispuesto a hacer, y del mismo modo va limitando su aspecto humano, sus interacciones y su condición en general.
Reiteramos que Crispin Glover es el hombre para ello.
Yo suelo ser muy poco objetiva con las adaptaciones de textos que me gustan porque está claro que es muy difícil estar a la altura (y yo soy una intransigente), pero creo que aún más en este caso en particular (dado que no he visto ninguna otra adaptación del cuento) ni siquiera hicieron un esfuerzo. Seguro que tenían una visión muy clara de como renovar y actualizar la trama pero no sé si el intento es demasiado ingenuo o sencillamente desastrozo. Lo que era un absurdo oscuro, sin fundamento, vago, se convierte en una especie de reproducción de sitcoms noventeros en que al parecer se pretende que en algún punto Bartleby y su reticencia resulten graciosos. No sé si lo hayan conseguido con alguna porción del público pero yo me sentí más desorientada por sus modificaciones y sus personajes que lo que parecían los compañeros de oficina del protagonista. Desde las instalaciones (muy de serie de televisión) hasta las subtramas con los compañeros me parecieron casi de mal gusto. Como una idea para un programa cómico que había resultado mal y se trataba inútilmente de salvar sin mucho éxito.
Luego, las promesas del musical abarcan apenas un improvisado número de oficina, que ciertamente es lo más entretenido de toda la película. Y para terminar de agraviar la situación en lugar de encontrarnos con un personaje recto y enigmático, Bartleby aquí oscila entre ser un emo (o un inadaptado social por cualquier otra razón que tiende a vestirse como un emo ejecutivo) o directamente una persona que no está en sus facultades. De tal modo más que resultar absurdo en sus negativas parece, llanamente, tonto, y como si eso no fuera suficiente ya nada más de la película resulta salvable.
Probablemente si alguien no conoce la trama original o se siente menos presionado por las referencias, podrá al menos disfrutarla un poco más pero no puedo imaginar alguien que la encuentre verdaderamente buena. En el mejor de los casos es una película entretenida pero carece de fuerza, de visión y de una buena realización. Reitero que deja la sensación de ser el piloto de una mala serie de televisión que todos entendemos que jamás haya llegado al aire.
Una pena, porque Glover estaba perfecto para ese papel, aunque lo hayan convertido en un autista necio. Ahora tendré que editar las secuencias oficinescas de "Willard" y agregarle ediciones de sonido del "Preferiría no hacerlo" y produciré mi propio "Bartleby" tal y como debió haber sido. Y vengaré el espíritu de Melville, entre otras cosas.