8.3.15

En el 2009 Spike Jonze adaptó más que exitosamente un clásico de la literatura infantil cuya simpleza narrativa, en conjunto con su particular estilo y su ambigua complejidad, se presentaban como una difícil misión. "Where the Wild Things Are" encarnó de manera increíble la infancia desde todos sus ángulos: de la magia hasta la crueldad. Pero no fue este el único acercamiento durante ese año que el director tuvo al origen de esas letras, al hombre detrás de las palabras, Maurice Sendak.



"I said anything I wanted because I don’t believe in children, I don’t believe in childhood. I don’t believe that there’s a demarcation. ‘Oh you mustn’t tell them that. You mustn’t tell them that.’ You tell them anything you want. Just tell them if it’s true. If it’s true you tell them"

Maurice Sendak probablemente no sea la clase de personajes que imaginamos como autores de cuentos infantiles. Sus cuentos, en esa línea delgada entre lo que debe contarse a los niños y lo que no, tampoco son convencionales. Un pequeño niño se pelea con su madre y huye hacia una isla desierta poblada por monstruos. Bebés que son secuestrados o niños que corren desnudos por las páginas de un libro. Sendak vivió siempre bajo su principio de que todo podía ser contado. Y Spike Jonze junto con Lance Bangs entraron a su casa para darle oportunidad de contar todavía un poco más.

El documental se presenta de una manera muy íntima a modo de pensamientos que van encontrando su propia narración. Sendak es un hombre malhumorado, filoso y grosero, que creó un mundo fantástico que nunca lo abandonó. Y es a través de un juego de reflejos que vamos conociendo al hombre cuyo talento dio origen a todas esas historias.

Sin necesidad de complicarse en la puesta en escena, "Tell them anything you want" es un increíble retrato de un artista lo suficientemente poderoso como para erigirse como eje documental. Y aunque probablemente su vida no tenga episodios sensacionalmente inusuales, no resulta difícil creer que incluso aquellos que no estén familiarizados con la obra del autor podrán sentirse atrapados por su agudeza y su sensibilidad. Representando a una imagen de 'el hombre con alma de niño' que se aleja por completo de los tópicos y los sentimentalismos.

Aunque en este afán de representar un universo fantástico a través de una serie de pensamientos, quizás no se termine por profundizar demasiado en ninguno de los aspectos personales del autor, es especialmente emotiva la parte en que habla de su homosexualidad, apenas declarada públicamente un año antes tras tantas décadas de secreto.
Sin duda hay muchos aspectos de su vida que bien valdrían una investigación a fondo, pero ya se sabe que en estos casos casi siempre el mejor tributo a un autor es leerlo. O disfrutarlo en pantalla.




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5.3.15

Ya nos habíamos tardado en comentar esta excelente pieza, que si bien no entra exactamente dentro del género de terror, comprueba una vez más que en muchas ocasiones las situaciones cotidianas pueden ser más terroríficas que cualquier trama de género. 



"Just because you're used to something doesn't mean you like it"
La gran mayoría de las películas que involucran niños/jóvenes con una marcada psicopatía, tienen a inclinarse hacia la trama de terror o hacia el thriller detectivesco. Del mismo modo en que los tradicionales fantasmas infantiles hicieron furor en su momento porque trasgreden un estereotipo inocente e inofensivo, los 'niños diabólicos' pueden ser el único motor en la trama por lo atípica de su situación, por encarnar una figura impropia de ellos y que sólo puede justificarse con el 'i was born this way'.
Pero esta transgresión no es fantástica ni imposible, y en "Tenemos que hablar de Kevin" se presenta en toda su cotidianidad desde el momento en que Eva Khatchadourian, en lo que parece ser una depresión post-parto, empieza a sentir que algo no está bien con su hijo. Alejándose de los tópicos de las maravillas de la maternidad, pero juzgando a Eva a partir de ellos, la relación entre madre e hijo conforme el segundo va creciendo se vuelve una lucha constante por descubrir lo que hay más allá: más allá de sus conductas cuando nadie más los ve, más allá de su capacidad de manipular a los demás a través de una siniestra imagen de niño bueno.

Desde el inicio, en esas escenas en que vemos a una Eva ya envejecida y sola que se alternan con los flashbacks de su historia familiar, sabemos que las cosas tienen que terminar mal. Pero lo que importa no es el clímax, lo que importa ni siquiera es que ella pueda descubrir lo que está buscando en Kevin. El verdadero eje de la historia es esa relación poco convencional entre una madre y un hijo que ha perdido todo el 'vínculo sagrado' que se asume siempre debe existir. Pero eso no significa que se haya perdido cualquier vínculo, y es justo ese hilo delgado e inexplicado que los une el que configura esta monumental película.

Con una larga etapa de pre-producción y con apenas 30 días de grabación, "We need to talk about Kevin" se sostiene sobre un guión perfectamente logrado en sus sutilezas y en sus momentos climáticos, así como en todos los detalles técnicos y artísticos. Una fotografía luminosa, escenas logradas a partir de un gesto, una contraposición entre dos rostros. Tilda Swinton y Ezra Miller, cuyas fisonomías más que particulares y sus capacidades de llevar a sus personajes a la desesperación con la misma naturalidad con la que se mimetizan en una escena familiar, en contraposición a John C. Reilly y Ashley Gerasimovich encarnando una típica familiar americana, alegre e ignorante. 

Una cinta precisa, implosiva y poderosa desde sus imágenes hasta sus silencios. No deja de sorprender lo largamente ignorada que fue por los principales premios durante su año, y es que quizás no deja de ser una pieza atípica sobre la deconstrucción de la familia. 




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