20.2.13


20/02/13
Y seguimos con un poco más de Masahiro Shinoda y su papel en la Nuberu Bagu, un par de años después de la anterior reseña, “Dry lake”, ahora con un título tan sugerente como “Tears on the lion’s mane”.



"Rockabilly"

Cuando hablamos de este periodo tanto histórico como cinematográfico en Japón casi siempre solemos referir a una serie de elementos que se repiten en las producciones: los adolescentes confundidos, las protestas estudiantiles, la posición/represión por parte del gobierno. Sin apartarse del todo de la generación protagonista, Shinoda decide llevar la trama hacia otro aspecto menos retratado y que en este caso no vale directamente por su valor político sino por su importancia en la vida de los personajes. De tal modo que nos encontramos en Yokohama, en los conflictos dentro del sindicato de trabajadores del puerto. En un momento en que, podemos imaginarnos, no es como que los derechos de los trabajadores fueran una prioridad social.

Saburo es un joven que ha encontrado una buena posición en la vida y se aferra a ella: es uno de los brutos encargados de arreglar por las malas cualquier posible conflicto entre el sindicato y los líderes de la compañía. Trabajo que no sólo desempeña porque finalmente le permite ganarse la vida sino porque se siente en deuda con su superior porque le salvó la vida cuando era pequeño.
Su papel de malhechor no me genera mayor conflicto hasta que conoce a Yuki, una joven y guapa mesera a la que salva de un perro en la calle y comienza a frecuentarla. No lo voy a culpar por ello, porque Mariko Kaga, actriz que encarna a Yuki, es preciosa y aquí con su aire de inocencia está más encantadora que nunca (y eso que como chica misteriosa tampoco estaba nada mal, en “Pale flower”). Yuki, aunque intuye un poco la tormentosa situación de Sabu y parece dispuesta a sacrificarse un poco por su silencioso sufrimiento, no sabe en qué medida está involucrado con todos los conflictos del lugar. Y dado que es una sociedad donde casi todos están relacionados con la industria portuaria, Sabu no puede arriesgarse a delatarse de ningún modo.

Este sufrimiento interno del personaje, que va deteriorando su personalidad conforme avanza la trama, refleja también la degeneración del conflicto desde varios aspectos: las intrigas laborales y personales, las aventuras amorosas, la violencia, los problemas que se resuelven con sangre. Si Sabu no representaba puntualmente al adolescente confundido que fue emblema de su generación, conforme se va enredando en la trama va quedando claro que nadie está libre del caos que reinó durante aquellos años, y que una sombra de tragedia se extiende sobre todas estas pasiones individuales que no les permitirá llegar a cumplirse.

La historia puede resumirse de manera sencilla y de hecho podría verse como una reinterpretación de “On the waterfront” de Elia Kazan, pero adaptándola a su momento histórico y centrando la fuerza en la construcción de los personajes, especialmente un increíblemente fuerte y desesperado Saburo Minakami (representado por un inmejorable Takashi Fujiki), consigue transformar la historia en una melodía desgarradora. Siendo, además, la musicalidad un elemento bastante importante en el ritmo de la narración, que llega a un punto climático con una inesperada intervención musical que es una joya en sí misma.

Diría que hasta el momento la colocaría sin problemas entre mis favoritas del director, y que además creo que es una pieza que puede verse perfectamente aunque no se conozca el contexto en que está inscrita. Tiene ese dejo de drama-intriga clásico que va más allá de su momento y su nacionalidad. Una maravilla.




¿Algún otra película sobre conflicto de sindicatos?

0 guiños:

Publicar un comentario