4.7.10



04/07/10
Cuando uno siente que el cine mexicano ya no tiene más que ofrecerle con las terribles producciones actuales, siempre resulta beneficioso dar una mirada hacia atrás y descubrir que no siempre estuvimos en la terrible situación de hoy en día, y que aún quedan cosas increíbles por descubrir.
Esta película me la puso Ian a la fuerza después de un periodo de desencanto nacional, y lo cierto es que el título y la portada ya sonaban algo atrayentes.




"Podría haber crimen perfecto: ser juzgado y absuelto. Es decir, quedar en paz con la sociedad"

A estas alturas resulta difícil pensar en una película mexicana cuyo género sea el thriller, que es una vertiente en general poco cultivada por las producciones nacionales. Si aún puede resultar esta película aún más curiosa es por ser un thriller fundamentado en el humor negro, y aún más basada en un cuento de Arthur Machen.
Todo esto hace de "El esqueleto de la señora Morales" ya una pieza bastante peculiar, de entrada, pero aún más el encontrarse con ella resultará una experiencia bastante única.

Por un lado tenemos la típica crítica social (o, bueno, tampoco es que sea tan típica pero tampoco es algo increíble). El señor y la señora Morales son un matrimonio que llevan ya algún tiempo pasando por un infierno marital. A ojos de la sociedad el señor Morales, un taxidermista, es el típico macho que vive de emborracharse y tratar mal a su mujer quien vive encerrada en su casa y padece una constante enfermedad que la ha dejado debilitada al máximo. Ésta sería una historia normal entre tanta película mexicana de época, pero la verdad de lo que sucede en la casa Morales es bastante distinta: si bien el señor disfruta de salir de vez en cuando y pasar poco tiempo en su casa no es para agobiar a su mujer si no todo lo contrario. La señora Morales, quien se dice que en su época era toda una belleza, se ha encerrado en su enfermedad y en su religión para arruinarle la vida a todos a su alrededor. Dándose aires de beata frágil aprovecha la más mínima oportunidad para reclamarle a su marido arruinar su vida, quedando ella como una perpetua víctima y una mujer abnegada a la vista de todos los demás que no hacen si no detestar al señor Morales por tratarla tan injustamente de dicha manera.
A través de esto se logra una magnífica crítica a la religiosidad de la época, representada obviamente por la señora Morales, su grupo de beatas en turno, y el sacerdote que orquesta a todas esas mujeres frustradas que viven de sentirse mártires ante la sociedad.

El personaje de la señora Morales debe ser de los personajes mejor delineados que he visto en una película mexicana, y en general entre tanta otra cinematografía por los 60. Logra perfectamente su cometido de ser una hipócrita insoportable y lo cierto es que pasados apenas unos pocos minutos yo rogaba por el momento en que la convirtieran ya en esqueleto. Pero, oh, Rogelio González no iba a darme el gusto tan fácilmente.
Las razones por las que el señor Morales aguanta tanto son un misterio, aunque de alguna manera parece más o menos entendible en una sociedad en que el divorcio estaba sencillamente fuera de discusión. Y supongo que uno se casa con alguien por alguna razón, aunque su cónyuge se vuelva luego una beata insoportable. Además que la ideología del crimen que eventualmente se revela (la idea de que el crimen perfecto debe pasar por un juicio y ser absuelto) debe desarrollarse lentamente para conseguir el efecto deseado.

El guión está maravillosamente cuidado, y bordea la estructura del thriller con un desarrollo de personajes y un humor oscuro fantástico. La mayor crítica que se le puede hacer a la película es que el final tiene un toque bastante moralizante pero lo cierto es que en aquella época era imposible sortear la censura con un mensaje que apoyase cualquier acto criminal. De tal modo que esa última escena, que puede evitarse fácilmente, fue tan sólo un recurso retórico para poner mantener el resto de la historia en el modo en que se desarrolla.

Los actores son fantásticos, obviamente destacando al matrimonio protagonista, cada uno a su manera, y la ambientación que tiene (lo que corresponde propiamente a la época y los detalles como el taller de taxidermia del esposo) son geniales. Una película que uno puede sufrir (en el aspecto de querer matar uno mismo a la señora Morales) y disfrutar de principio a fin. Y que le ayuda a recobrar uno la confianza en el cine nacional, aunque sea de hace más de cuarenta años, oh.




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