11.2.09



23/03/08
Cuando era pequeña me hacía preguntas de ese tipo, muy Segismundo, sobre qué razón teníamos para pensar que éramos inalterables. Me imaginaba que al despertar, cada despertar, yo era una persona distinta en un lugar distinto y con una vida distinta. Y en ese breve lapso en que se te olvida lo que soñaste y tratas de reacomodar tus demás ideas, entonces se engendraban en mí todos los detalles sobre mi ahora nueva vida y su lógico pasado. Porque era demasiada casualidad haber nacido justamente aquí habiendo tantos otros lugares en el mundo, en esa familia habiendo tantas otras y conocer a esas personas pudiendo conocer tantas otras más.

Claro, en otros momentos me imaginaba que todo eso del mundo y sus demás lugares eran puras teorías y que nadie conocía nada más, que lo que verdaderamente existía era lo que estaba en mi mundo, y que desaparecía cuando yo ya no podía verlo.
La respuesta a todo esto podría ser que tenía demasiado tiempo para pensar cuando era pequeña, y pocos juguetes.
Muchos años después mi padre, en un cumpleaños, me regaló "Dark city" confundiéndose de hijos. Era una de las películas favoritas de mi hermano en ese entonces, yo ni siquiera la conocía. Tuvo su conato de venganza muchos años después, cuando a pesar de que se encontraba explícitamente en mi lista navideña, mi hermano recibió de regalo "La ciudad de los niños perdidos".
Por suerte no somos susceptibles a esos errores mínimos y nos intercambiamos las películas por debajo del agua.



"So it seems you discovered your unpleasant nature"

No me cuesta imaginarme despertando en una ciudad donde siempre es de noche, durmiendo en una ciudad donde siempre es de noche. Incluso con un poco de imaginación me puedo imaginar despertándome junto al cadáver de una prostituta sometido a alguna clase de ritual incomprensible. No estoy segura de si lo de prostituta es exacto o una licencia poética, pero ustedes me entienden.
De algún modo siempre somos juguetes de algo más, ¿no? La inmensa telaraña de las cosas que nos rodean siempre termina por tocarnos en algún punto.
Así, uno podría pensar que las cosas son más fáciles. Subjetivamente hablando, como siempre se habla. Como cuando Robin Williams decide reencarnar en "Más allá de los sueños" para volver a encontrar a su mujer y volverse a enamorar. ¿Y a él quién le dijo que era tan fácil?
Supongo que para el caso despertar todos los días en distinta cama (y digo yo, siendo una distinta persona, no me malinterpreten) tampoco tendría que ser tan fácil.

Paradójico.

Total, que ni siquiera ahora uno se da verdaderamente cuenta de las cosas.

Debí haber reseñado "El efecto de los rayas gamma sobre las caléndulas", una obra de teatro que fui a ver con un primo hace unos días. O "Esther en alguna parte", novela de Eliseo Alberto que terminé apenas unas horas y que aunque no había conseguido ser especialmente trascendente tuvo una última frase que (íntimamente) me desarmó.
Pero así están las cosas: me voy a dormir y espero despertar en medio de una choza perdida en un poblado caluroso, justo a punto de comenzar un nuevo extraño día.

Dado el sueño, sabrán disculpar las incoherencias.
¿Tú en dónde amanecerías?

0 guiños:

Publicar un comentario