10.4.10



10/04/10
Ya en los soñadores se nos había planteado la cuestión de que las personas se dividen dependiendo de si su cómico silente favorito es Charles Chaplin o Buster Keaton. Yo nunca he sido demasiado fanática de las comedias mudas pero sin duda me considero una persona Chaplin. Entonces, el profesor de historia del cine metió a un tercero en discordia y agregó que él formaba parte de las personas que prefieren a Harold Lloyd.



"Oh, ella tiene que creer que soy exitoso, hasta que lo sea"

En español le pusieron "El hombre mosca", que suena un poco más a película de Cronenberg que a comedia. Yo hubiera jurado que jamás la había visto pero la escena emblemática, en que Harold Lloyd cuelga de lo alto del edificio mientras se sostiene como puede, debe formar parte del subconsciente colectivo porque me dio la sensación (al igual que gran parte de la película) de estar recordando algo que había olvidado. Gratamente, además. Y puede que ese sea el principal atractivo actual de estos cómicos mudos, que los sentimos como viejos conocidos que no nos cansamos de ver.

La historia, claro, es de lo más sencillo y estereotípica. Nuestro protagonista viaja desde su pequeño pueblo hasta la gran ciudad con la esperanza de establecerse, conseguir dinero, y poder entonces casarse con su adorada novia que, mientras tanto, tendrá que esperarlo en el pueblo hasta que sea oportuno. Pero la vida en la gran ciudad no es lo que uno pensaba y él se encuentra en un puesto pequeño y con problemas económicos a cada momento. Pero, claro, no puede permitir que la novia lo sepa y le escribe emotivas cartas sobre la vida ideal que no tiene. Hasta que la novia decide ir a visitar a su exitoso novio y él tendrá que hacer hasta lo imposible por no ser descubierto y conseguir dinero en el proceso. Aunque eso signifique absurdas campañas publicitarias para la tienda de ropa en que trabaja y tener que subir por las paredes un altísimo edificio.

Diría que lo esencial de Lloyd, y esto basándome únicamente en esta película, es su expresión corporal. O, más específicamente, lo que refiere a sus bromas físicas (colgarse a sí mismo dentro de su saco, subir por las paredes de un edificio). Esa destreza tiene un toque de hilaridad aportado también por la situación y que le da una sensación de ser eminentemente escurridizo. Esa idea de personaje cómico que se escapa siempre por poco, sigilosamente de cada situación. Y todo eso sumado con una trama de enredos típica, asegura al menos mantenerse entretenido por lo que dura el ser descubierto o triunfar.
Además que en ese entonces las películas sabían su tiempo exacto, de manera que los cómicos no nos cansamos explotando sus bromas hasta lo imposible y con una historia muy reducida podían crear situaciones de lo más adecuadas.

Oh, y la película vino acompañada con el dato curioso de que Lloyd no tiene dos o tres dedos en una de sus manos, de manera que siempre usaba una prótesis que aparentemente no era muy convincente en la época. Pero eso no se sabía entonces y él siempre trató de mantenerlo como un gran secreto porque creía que si su público se enteraba, la lástima que sentirían arruinaría sus momentos cómicos.



Con todo, no lo sé, creo que tendría que ver más de los tres cómicos mencionados, que en realidad no ha sido demasiado y ahora creo que les agarraré más gusto que antes. Pero, por el momento, diría que sigo siendo una persona Chaplin.

1 comentario:

  1. yo vi antes las de harold lloyd que las de chaplin y las de chaplin antes que las de keaton

    (y lo de "yo soy de harold lloyd" también lo digo de vez en cuando)

    pero, en la oposición clásica, soy de keaton

    cómo estás?

    besos!

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