25.8.10



26/08/10
No puedo creer que Satoshi Kon esté muerto. En general no comparto el sentimiento colectivo por las muertes de los artistas, pero realmente me parece trágico que un animador tan increíblemente talentoso (en todos los aspectos, ya que llevaba la mayor parte de la carga creativa de todos sus proyectos) haya muerto joven y en un punto fantástico de su carrera. El 24 de este mes, hace apenas unos días, se anunció que Kon había muerto de cáncer, enfermedad que aparentemente llevaba ya tiempo ocultando. Como tributo adelanto la reseña de una serie suya que vi hace algún tiempo, "Paranoia agent" y que queda apropiada al tema.



"No debo huir. No debo huir de esto. Aparecerá delante de aquellos que han sido arrinconados y no tienen a dónde ir. No debo hablar de cuentos. No debo pensar en él. Él se alimenta de rumores"

"Paranoia agent" es la única serie de anime de Kon, quien se dedicó básicamente a las películas dejando una filmografía de apenas cuatro de ellas (al parecer hay una más que se encontraba en producción pero ahora tendremoso que esperar a ver si será posible lanzarla o no). Además es una serie corta, de apenas trece capítulos de unos veinte minutos de duración. Y la verdad no necesita más porque es una historia hecha delicadamente, con cada capítulo cumpliendo una función específica y bien delimitada.

Por el título uno podría pensar muchas cosas, o al menos yo lo hice antes de ponerme a verla, pero finalmente la trama toma la idea de la paranoia desde un sentido de lo más elemental. De manera general uno podría decir que la trama se basa en que en Japón comienzan a darse una serie de ataques arbitrarios en que un niño de patines dorados se aparece a ciertas personas y los golpea fuertemente con un bat de beisbol. Podría sonar a historia sin más, pero a partir de eso se construye todo un universo.
La primera víctima es Tsukiko Sagi, una joven diseñadora que se volvió famosa después de crear al personaje de Maromi, un perrito rosa que se volvió la sensación en el país (una especie de Hello Kitty al caso). Ahora la chica se encuentra presionada por crear algún nuevo y comercial personaje, ya que se encuentra bloqueada desde hace algún tiempo y la compañía que ha sido muy amable con ella empieza a preguntarse si realmente es talentosa o fue sólo un golpe de suerte. Nada parece salirle bien hasta que un día, de regreso a su casa, se siente perseguida por un extraño invisible, sensación que culmina cuando es agredida en el estacionamiento frente a sus departamentos.
Revelación. Como éste capítulo, otros tantos de la serie contarán historias individuales de personajes particulares: una mujer con doble personalidad, un chico agobiado por ser el mejor de la clase, una chica que descubre un horrible secreto de su padre. Personas desesperadas que se encuentran arrinconados en un momento de su vida y entonces, se encuentran con el chico de los patines dorados. Un encuentro que más que un acto de violencia sin sentido resultará en un momento epifánico en cada uno de ellos. Sus vidas cambiarán a raíz de ese ataque como una consecuencia extraña e incomprensible. Pero tampoco tardará demasiado tiempo en que la sociedad comience a entender el funcionamiento de este fenómeno y empiecen a temer la aparición del niño de los patines dorados.

La serie se divide más o menos en dos puntos. Primero se encuentran las historias individuales, donde nos adentramos en cada personaje y su circunstancia, y donde el único hilo conductos son los detectives que tienen que llevar el caso. Hacia el final las historias se van encontrando y la presencia del agente de la paranoia se va convirtiendo casi en un fenómeno metafísico, y la trama se va encaminando hacia su desenlace.
Por medio de historias simples y una trama bastante clara desde el inicio, Satoshi Kon se va adentrando en la complejidad de la estructura humana y social. Se disecciona no sólo las personalidades sino las conductas ante un fenómeno concreto y extraño, de modo que todo comienza a orquestarse alrededor de él.
Absolutamente todo en la serie resulta de lo más cuidado, desde la elección de personajes (donde, bueno, algunos resultarán más atractivos que otros) hasta el modo en que se resuelve el asunto aunque quede algo surrealista. Otro punto destacable es el estilo visual de Kon. A diferencia de algunas otras de sus películas que pueden resultar muy oscuras o muy fantasiosas, aquí nos encontramos de entrada con un estilo que busca deliberadamente confundirse con un anime cualquiera. O, bueno, no cualquiera porque sigue siendo inconfundible el trazo de Kon, pero sí mucho más sobrio en algunos aspectos de diseño. Pero eso sólo es aparente, ya que conforme pasan los capítulos y uno va acercándose a la verdad, todo irá cambiando, y esto lo vemos también al nivel de trazo y diseño, donde el aspecto visual de las escenas se volverá bastante inestable, al punto de llegar a cambiar de un momento a otro, o de una toma a otra, o a compartir distintos estilos en un mismo cuadro. Todo lo que sea necesario para ejemplificar visualmente una realidad que se descompone.

Aunque el resultado total se acerca más al entretenimiento que a una serie profunda y compleja con bastas expectativas (pienso en "Neon genesis evangelion" o "Serial experiments Lain"), la verdad es que resulta tan grata como fantástica. También porque el final puede ser tomado tanto de manera literal aunque resulte surrealista (y finalmente como final de anime, no tiene porque ser verosímil), tanto como una interpretación sociológica aunque personal del Japón actual.

Y no me pongo a alabarla sólo porque Satoshi Kon haya muerto recientemente y mi corazón esté de luto, desde el momento en que la vi se convirtió en uno de mis nuevos animes consentidos. Que no sé qué tan difícil sea porque hacía siglos que no veía ninguno. Pero es que este director siempre me ha cautivado, ¿y ahora qué voy a hacer? Tan sólo me quedan dos películas suyas por ver y luego tendré que despedirme para siempre. O colgarme con las otras tres que escribió y una más que participó en el departamento de animación. Y luego despedirme para siempre.


Este blog está de luto. Descanse en paz, Satoshi Kon.


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