3.3.09



07/02/09
Una actualización rápida porque muero de sueño y porque es terrible darme cuenta cuán atrasada estoy en películas. Hace ya casi un mes que Carmen vino a visitarme desde sus lejanos y fríos rincones del mundo. Estuvo unos días turisteando por acá y entre una cosa y otra me dijo que quería ver una película de terror que no fuera tan de terror. Y, claro, mi primera opción porque siempre suele ser mi primera opción (y no porque el término "no tan de terror" sea despectivo ni mucho menos) fue, claro, "Wishing stairs". Una película que llegó a mi por casualidad (porque venía en una cajita equivocada, de otra película radicalmente distinta) y que se ha vuelto sin duda de mis favoritas del género.



"Tengo miedo de irme y dejarte aquí sola"

Creo que actualmente el cine de terror se ha centrado tanto en ciertos tópicos fantásticos recurrentes, que ha hecho que gran parte de sus representaciones no puedan distinguirse unas de otras. Tenemos al cine de fantasmas, el de monstruos, el de maldiciones (que suelen involucrar fantasmas), el psicológico, el psicodélico. Ajam. Y hay una faceta que puede que haya sido algo dejada de lado y que suele ser, bien manejada, terriblemente buena. Si nos remontamos a los cuentos clásicos de terror, aquellos en que no necesitabas una criatura o una entidad terrible que se cerniera inevitablemente sobre cualquiera, encontramos el terror en sus formas casi simples, casi cotidianas.
Desde siempre me encantó el cuento de "El diablo en la botella" o de "La pata de mono". La idea de que un artificio similar al que aparecía en los idílicos cuentos de hadas (frota la lámpara mágica y se te concederán tres deseos) pudiera convertirse en un elemento funesto me fascinaba extrañamente.
Ese es el principio básico de "Wishing stairs". La sola idea me parece hermosa: unas escaleras de piedra en una colina que llevan a un colegio para chicas. Las escaleras cuentan con 38 escalones, pero si mientras los cuentas al subir encuentras el 39, podrás pedirle un deseo al espíritu del zorro que se encuentra ahí. Un personaje lo resume como: dicen que si lo deseas con todo tu corazón, el zorro te cumplirá tus deseos. Pero puede que esta realización no sea exactamente como uno la querría.
Con esta estructura nos enfrentamos a un historia sutil. Un desarrollo casi suave entre las diferentes jovencitas que se encuentran en ese colegio. Una trama que podría resultar casi tierna y que va retorciéndose poco a poco, malentiéndose, transformándose en una imagen grotesca de sí misma. Una belleza casi siniestra, que, además, me parece se encuentra perfectamente representada por el ballet que ensayan constantemente en el colegio: Giselle. Una mirada que se refleja a sí misma.
Es cierto que las escenas de ballet me cautivaron por completo. No sólo resultaba casi poético mirar bailar a la bella protagonista en sus mejores escenas, si no que posteriormente la intromisión de un fantasma bailando ballet me pareció una idea increíblemente bella. Una mirada suprema a la imagen del fantasma, más allá de todos los prototípicos ya tantas veces repetidos actualmente.

El "no tan de miedo" viene, claramente, a que no pretende que uno salte constantemente de su asiento. No hay ningún gran susto, nada demasiado retorcido. Es más bien una clase de atmósfera enrarecida, de un nudo en la trama a la fuerza, provocado por sí mismo. Me parece una película inquietante pero que a la vez es increíblemente bella, muy cuidada y con una atmósfera única.
Sí, tiene algunos grandes problemas en los puntos en que se pasa groseramente por alto la falta de efectos especiales, especialmente llegando hacia el final, pero no creo que ni siquiera esas malas escenas consigan empañar en realidad la calidad del resto de la película.

Pero eso soy yo, y dice Bake que se debe a mi fetichismo por las zapatillas de ballet ensangrentadas (si eso tiene algún sentido).
Y, claro, no sé porqué no me he dedicado a buscar las dos partes anteriores de esta colección de películas. No creo que me decepcionen.

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